Habían pasado treinta largos años de nuestro viaje alrededor del mundo desde que se revelase la legendaria casa de Roche, casa telaraña. La inspectora y yo ya casi habíamos olvidado el lugar, que era, por supuesto, la intención original del arquitecto.
Entonces eché un ojo a la pantalla rayada de mi iPhone vintage “las coordenadas GPS de esta estructura parecen haber sido falseadas de manera deliberada”
“Típico”, masculló la inspectora
Yo conocía el lugar por fotos, pero no recientes. Los robustos postes habían sido comidos por el moho, los cables colonizados por plantas trepadoras, y los árboles eran gigantescos. Dado que la malla plástica se había integrado en el bosque, la casa telaraña era todo arcos parabólicos y delirantes cosas colgantes. Muy sucia por los años y la hojarasca, la estructura tenía el aspecto moteado del camuflaje de campo. Un ejército podría haber marchado por su lado sin apenas ver nada. La inspectora sopesó su tricorder. “los plásticos cuando envejecen tienden a destensarse” comentó. Encontrando la entrada con dificultad entramos en la densa maraña de hilos. El efecto visual era literalmente indescriptible, una característica que yo atribuí al rígido agotamiento de la retórica arquitectónica convencional. “Intervenciones visionarias de este tipo eran tristemente pocas durante la época culturalmente retrógrada de la Guerra contra el Terror”
La cara de la inspectora se hizo seria. El inglés no era su primera lengua.
“Peor aún, las regulaciones del entorno eran tan rígidas y violentas que François Roche se vio forzado a disimular sus ingeniosos diseños como instalaciones artísticas conceptuales”
“Me encanta el arte conceptual”, insistió la inspectora haciendo una mueca.
El sol se estaba poniendo. Las luces de recarga solar comenzaban a encenderse parpadeando. Emergimos del laberinto brillante para encontrarnos con una piscina seca. “Tres J.G.Ballard”, destaqué, pero la inspectora no estaba atenta.
El propietario original había mantenido el lugar bien, pero luego había pasado a manos de una criatura que lo hizo conocido: un tal Novalis Nico, la “Araña de Ginebra” un legendario especulador suizo. Nico se había escondido durante años en los bosques del sur de Francia, encorvado sobre su portátil. Cuando no estaba coleccionando obsesivamente fotos de basura high-tech, el recluído magnate utilizada miles de identidades falsas o marionetas para pervertir los rumores de sus inversiones.
Así, con una carrera de Fantomas-Mabuse de hacker listo, Nico podía colocar al euro fuera de control. Dentro de esta guarida había amasado una fortuna electrónicamente mucho más allá de los sueños de cualquiera en el siglo XX.
Excepto por las muchas parabólicas oxidadas, la guarida secreta de Nico no se notaba apenas en el vecindario. La fortuna multimillonaria había sido enteramente virtual. Había vendido los muebles minimalistas originales del dueño y los había reemplazado con sillas hinchables. Sus restos desinflados podían verse en cada una de las habitaciones, como los restos descoloridos de velas hippies.
“Esto parece muy automático aquí” dijo la inspectora
“es muy Plug-in city”
La inspectora se quitó algunas de las hojas de sus hombros, “creo que huelo a murciélagos”
“Vamos, no se pueden mezclar los murciélagos con los fanáticos del comercio online”
La inspectora examinó su tricorder. “Ese guano emite definitivamente un espectro” Ella frunció los labios y escaneó las paredes y los suelos con su radar. “Al menos los elementos estructurales todavía suenan”
“¿Así que vas a dejar realmente que el nuevo comprador viva aquí?”
Ella se ofendió. “¡Eso no es decisión mía! ¡Yo no soy una dictadora de las casas! Sólo soy una inspectora de medioambiente sostenible de la oficina de patrimonio de la comisión Europarlamentaria para la Regulación de la Economía creativa”
Eché un ojo a las astutas y estériles habitaciones en las que la araña había pasado sus días, semanas, años. Había llevado cuatro o cinco años para que la humanidad asimilará que este tío estaba muerto; él atacaba desde aquí, con un profundo éxito, y sus sistemas de intercambio le habían hecho un verdadero Osama Bin Laden de la globalización.
¿Quién se habría atrevido a penetrar en la legendaria casa-telaraña?
¿Alguien? ¿Incluso ahora?
Dejé mi pesada mochila en las escaleras. “Bueno cielo”-le dije, “aquí es donde vamos a celebrar por fin nuestro amor secreto”
Bruce Stirling, 07
Otras obras publicadas en Tectónica: Laboratorio privado. R&Sie(n), Casa Barak
Autoría: R&Sie(N) - François Roche / Stéphanie Lavaux / Jean Navarro / Nicolas Green
Localización: Nîmes, Francia
Año: 2007
Editado por:
Publicado: Sep 19, 2013