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I
Como testimonio de los bosques húmedos de Santa Cecilia o la décima chocoana, entre el zinc y la esterilla, coloreado de blanco, negro y morrón, gira, vive, muere y ama el caleidoscopio cultural llamado Plumón Alto, que bien podría llamarse Colombia, que bien podría llamarse Tierra. Isaac Newton decía que entre más lejos está la luz de su origen, mayor será la dispersión de cada una de sus partículas, y eventualmente la luz se volverá imperceptible. En el viaje de sus tierras hacia El Plumón, no empacaron las palafíticas construcciones del Chocó o las montañas de Antioquia, dejaron atrás las playas del Caribe y el Pacífico , quizás porque en su afán por huir de la violencia no les quedó tiempo o simplemente no lo vieron necesario. Lo que no pudieron dejar, lo que ya era indisoluble de su sangre y de su piel fue el bunde y la marimba, el pescado y el patacón, las trovas paisas, chocoanas o costeñas, lo que no pudieron dejar es el fragmento de luz que aun se proyecta a través de su memoria, han sido hombres de tierra y mar, pescadores y agricultores, fueron religiosos o tal vez no, pero ahora son grandes mundos tratando de convivir en uno muy pequeño que se encarga de hacerlos sentir forasteros; si bien la ruta para hacer arquitectura inicia con otras preguntas, la nuestra inicia aquí, con el descubrimiento y el reconocimiento de las culturas y el territorio.
II
Sabemos… Y lo sabemos simplemente al sentirlo. Los hijos del mestizaje entre pueblos latinos, africanos e indígenas tienen un pacto, un vínculo o más bien un romance con la tierra y la música, con la corporalidad y la espiritualidad. Sabemos que la libertad se reduce a la capacidad de poder acceder a las más puras manifestaciones del espíritu humano, entonces, ¿por qué darle fractales a quien respira música? o ¿por qué hablar cuando podríamos jugar fútbol? En un mundo que es hostigador de toda diferencia, quisimos construir un espacio que existiera gracias a ella; Casa Ensamble Chacarrá es un lugar para la cultura y la diversidad, que encuentra su nombre en una palma chocoana, que encuentra su nombre en la voz de Gonzalo Andagueda, líder comunitario, quien desesperado utiliza como último recurso un bellísimo relato para convencer a un grupo de niños decididos en que el espacio se llame bunde. “Gonzalo, o Goma”, como lo llaman en el barrio, no lucía ansioso y enérgico como lo hace regularmente, de hecho tenía una inusual actitud de seguridad y tranquilidad. Le duraría poco:
“Niños, ¡silencio, silencio!... ¡Qué silencio, carajo! … Escuchen: en el Chocó, en lugares muy pantanosos crece una palma, la palma Chacarrá… ¿pero saben qué necesita para crecer?… Necesita lo mismo que nosotros: estar junto a otras raíces, Chacarrá no crece sola y nosotros tampoco.
III
Chacarrá es una máquina del tiempo o un faro de luz que unifica, que nos transforma a todos en siluetas. Chacarrá es un gesto de reparación, o más bien de reivindicación a un territorio que algunos esclavistas modernos escondieron bajo el tapete. Si nos lleva a Chocó o a Santa Cecilia, a la ciénaga grande o a Apartadó, en realidad no nos interesa y de eso se trata, de que no importe de dónde vengamos o hacia dónde vamos. Chacarrá es un símbolo construido por ellos mismos y un símbolo puede ser la voz de quien no la tiene, pero un símbolo construido en colectivo es un grito de resistencia. Al Plumón no trajimos los espesos follajes, ni la viscosa fauna de sus tierras, pero en su ausencia encontramos la energía del sancocho y el arroz arrecho, según ellos más que suficiente para iniciar la construcción, pero no se trataba de crear un espacio físico, queríamos reconstruir memoria, crear símbolos y aprender juntos, bajo la insistente advertencia de Don Julio, un incansable líder comunitario: “yo hago lo que ustedes me digan, pero no salgan después con que la puerca puso y los cochinitos se perdieron”. Pues bien, los cochinitos se perdieron y cuando los encontraba, era tan fácil como: “anden conmigo y tengan plata”. Eso hicimos, andamos juntos en un camino de hojas de zinc afiladas como machetes y calientes como sartenes, de guaduas rajadas, trenzadas y cortadas, cuando se construye en escasez hasta la energía es prestada del vecino, pero en la escasez hay dignidad y aquí la dignificamos. Y si las personas odiamos lo desconocido, podemos visitarlo.
Detalles técnicos
El proyecto para la construcción de casa ensamble Chacarrá nace de la carencia de procesos artísticos y pedagógicos en la comunidad del plumón alto en Pereira, un asentamiento caracterizado por la vulneración de derechos humanos, conformada por poblaciones de diferentes regiones del país que han sido desplazados por el conflicto armado en Colombia; con apoyo de varios colectivos de la ciudad y con la mano de obra comunitaria surge el convite como acción ciudadana para la construcción de un espacio simbólico y un escenario para la educación y las artes.
Su composición es el testimonio de técnicas y materiales locales, usando barriles de petróleo como zapatas, triángulos de guadua como estructura, esterilla como piel y zinc como cubierta. Entre anclajes simples y procesos sistemáticos, se levanta soportado por trípodes, un triángulo de luz resplandeciente como recuerdo del poder de la colectividad.
https://www.youtube.com/watch?v=1rkLTT3_WPs