Desde 2004 el o la estudiante de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Talca se titula con una pequeña obra construida. Los profesores Glenn Deulofeu y Víctor Letelier presentan dos obras recientes de los alumnos Diego Villarroel y Cristóbal Soto a quienes han servido de guía para su titulación.
La Escuela de Arquitectura de la Universidad de Talca, está situada en medio del Valle central de Chile, una zona geográfica que se extiende de Norte a Sur desde Angostura de Paine (inmediatamente al Sur de Santiago) hasta el Río Biobío (380 km al Sur de la Capital), y de Poniente a Oriente desde la Cordillera de los Andes hasta la Cordillera de la Costa. Esta situación es relevante y explica en gran medida el enfoque académico de la Escuela de Arquitectura de Talca.
El territorio, nos dice Juan Román, “se cuela por debajo de la puerta ya sea como tierra, hojas, agua o neblina”1. Y esto es así, no tanto por un estado salvaje de la naturaleza, sino que por una cultura rural que aunque transformada en el tiempo, aún es determinante en la formación del carácter, tanto de sus gentes como de sus comidas, objetos, construcciones, etc.
José Bengoa ha llegado a decir que “Chile, el país, su sociedad y el Estado, se construyeron sobre los imaginarios del Valle Central, sus paisajes y su gente”2. Esta es la dimensión del fenómeno territorial que soporta el quehacer de la Escuela.
La primera generación de estudiantes, que ingresó a la Escuela en el año 1999, puso de manifiesto aquel carácter cultural que poco se avenía con las temáticas más abstractas y grandilocuentes sobre las ideas del espacio. Estos estudiantes, traían consigo una actitud mucho más próxima a las problemáticas concretas de la realidad y una propensión hacia lo táctil cuando de encarar los ejercicios y proyectos se trataba.
Fue así como a poco andar, la Escuela produce un giro importante en su enfoque académico, pasándose del tradicional énfasis en los asuntos del espacio a una clara apuesta por los aspectos más tangibles a que induce la materia. Paradójicamente, lo material “no solo reemplazaba, sino que mejoraba aquello que en otras escuelas pretendía ser la representación del espacio”3.
De aquí surgen una serie de ejercicios, muchos de ellos dirigidos por el propio Juan Román, en los que la materia e incluso el propio cuerpo entendido como materia en movimiento se convertían en el corazón tanto del quehacer académico como del carácter de la Escuela.
De modo casi natural, se hace necesario llevar a cabo pequeñas y sencillas construcciones a escala 1:1, capaces de envolver completamente al cuerpo o de representar tridimensionalmente probetas de detalles constructivos.
Las maquetas de los estudiantes comienzan tener condiciones fuertemente matéricas, donde troncos, láminas de acero oxidadas, telas, cajas de cartón, engrudos, hormigón, etc.; dan forma a lugares y proyectos.
En el año 2004 se realiza la primera versión del Taller de Obras, en donde entre los meses de agosto y septiembre la totalidad de la Escuela se aboca a la realización de una serie de construcciones guiadas por los distintos profesores.
Ese mismo año, la primera generación de estudiantes alcanza el último año de la carrera, lo que decanta en la modalidad de título por la cual principalmente se conoce a la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Talca: el o la estudiante se titula de Arquitecto/a con una pequeña obra construida.
El financiamiento de estas construcciones debe ser gestionado por el propio estudiante, pudiendo para ello optar a fondos públicos, recursos materiales y humanos de instituciones públicas o privadas, movilización de la comunidad, organización de actividades para recaudar fondos, reutilización de materiales desechados, utilización de materiales propios del lugar, etc. La gestión de los recursos no supone un mero asunto administrativo, sino que el condicionamiento de gran parte de la arquitectura, en tanto las posibilidades y disponibilidades de recursos que emanan de las circunstancias de cada caso constituyen en sí mismas ya un ejercicio creativo.
Existen algunas condiciones previas y comunes a todos los estudiantes que llegan a título, como el que las obras cuenten con un interés público, que estén constructivamente bien elaboradas, y que sean proyectadas y construidas en un plazo no mayor al de un año.
De aquí han surgido una gran diversidad de obras, tales como miradores, paraderos de micro, espacios comunitarios, sedes sociales, plazas, zonas de descanso para trabajadores agrícolas, refugios cordilleranos, espacios escolares, espacios públicos rurales, pabellones de ventas, etc.; las que entre muchas otras –a veces difíciles de definir– componen una amplio espectro de situaciones, problemáticas, posturas, estrategias y temas.
Las dos obras que se presentan a continuación, tienen en común –a pesar de sus pequeñas escalas– una profunda ligazón a un territorio singular del Chile central, el que se ve aquí reflejado y actualizado desde unas lógicas constructivas y una vivencia de espacios de carácter religioso y social.
Otro Cielo es un pabellón ubicado en el patio lateral de un antiguo templo católico perteneciente a la comunidad religiosa de Santa Amalia del Sauce, en la Región del Maule, Chile. La propuesta se instala como un soporte temporal que responde a la emergencia sanitaria del Covid 19 mediante una estructura circular de 10 metros de diámetro que contiene en su interior un pequeño jardín formado por preexistencias y la incorporación de nuevas especies naturales.
Fotografía: Víctor Letelier
Este nuevo espacio permite soportar las actividades colectivas de la parroquia, sirviendo además como un lugar para conectarse con el silencio y la vegetación. A través de su altura y situación exterior, la obra se contrapone con la atmósfera interior de la iglesia, entendiéndose como un pabellón materialmente leve y abierto hacia el cielo.
El perímetro del pabellón se compone por una frágil estructura de madera revestida con malla 'raschel' color blanco. Cada marco de madera de pino bruto de 2x2 pulgadas descansa en el terreno natural por medio de estacas de fierro estriado inyectadas 70 cm bajo el suelo. Esta solución evita la construcción de fundaciones, disminuyendo significativamente el presupuesto. La expresión formal del pabellón busca destacar a la estructura como el resultado final de la arquitectura, evitando usar revestimientos que oculten las fuerzas y el comportamiento que la madera realiza en su afán de conseguir estabilidad y armonía estética.
Fotografía: Víctor Letelier
Fotografía: Víctor Letelier.
Fotografía: Víctor Letelier.
La obra es un manifiesto constructivo que propone la posibilidad de concebir una arquitectura de bajo costo, pero de gran impacto a partir de la madera. El proyecto reconoce una cultura material propia del paisaje rural maulino, poniendo en valor los sistemas constructivos locales; como galpones, invernaderos o gallineros de madera.
Finalmente, la obra ofrece una experiencia de contemplación y aprendizaje en torno a la vegetación del lugar y sus sistemas. Su estructura perimetral asistida por un sistema de riego junto a la distribución de hiedras trepadoras, busca integrar a la naturaleza como parte de la obra, planteando una obsolescencia controlada en el tiempo a partir del reemplazo de la malla raschel* por un manto vegetal que a largo plazo cubrirá toda la estructura.
Fotografía: Víctor Letelier.
Fotografía: Víctor Letelier.
Fotografía: Víctor Letelier.
Fotografía: Víctor Letelier.
Esta obra consiste en la recuperación de una parte de los espacios de la Capilla San José, lugar en donde se desarrollan las actividades religiosas y sociales del sector Bajo Esmeralda de la comuna de Yerbas Buenas en la Región del Maule.
Al igual que la mayoría de las viviendas existentes en el sector, la iglesia se aproxima y alinea con una de las vías que demarcan extensas zonas de cultivo, siendo el único espacio de reunión existente para toda aquella comunidad de pobladores.
Por esta misma razón, la comunidad había construido en el lado sur (la zona de menor asoleamiento en el hemisferio Sur) de esta pequeña iglesia, un recinto para albergar una sede social y actividades de catecismo. Las escasas aberturas y ventilación con que lo hicieron, produjo serios problemas de humedad y a la postre, la conversión del lugar en una simple bodega. La iniciativa original de los vecinos contemplaba también la construcción de una zona de reuniones exterior, mediante un radier** que sí se llegó a construir; y la implementación de una caseta sanitaria que no se llegó a construir, pero si a adquirir todos los artefactos necesarios.
Fotografía: Leo Basoalto.
Dado lo anterior, el proyecto busca retomar aquella iniciativa inconclusa, para junto con satisfacer el requerimiento, entregar un ámbito de relaciones materiales y espaciales acordes a la importancia de este pequeño lugar. Para ello, en primer lugar se propone ampliar el alcance de la intervención, haciendo que esta abarque todo el sector Poniente del predio, desde aquel punto embrollado hasta las proximidades del acceso y la vía pública. Es así como la extensión del proyecto y sus actividades comunitarias y religiosas se producen por la total transparencia de la fachada del recinto con problemas de humedad, para que a partir de ahora capte rayos solares durante mas horas del día al mismo tiempo que por medio de una puerta corredera, también transparente, se facilite su ventilación.
Fotografía: Leo Basoalto.
Fotografía: Leo Basoalto.
Fotografía: Leo Basoalto.
En consonancia con la problemática de salubridad espacial que se le plantea al proyecto, desde ese mismo punto necesitado de sol se extiende una cubierta trasparente, que junto con permitir la continuidad solar mantiene seco el suelo contiguo y la presencia visual del aromo, como si a pesar de la cubierta igualmente estuviéramos debajo de un árbol.
Fotografía: Leo Basoalto.
Fotografía: Leo Basoalto.
Fotografía: Leo Basoalto.
Dicha cubierta tiene como puntos de apoyo la construcción preexistente, la nueva caseta sanitaria y un tronco de pino que antes hacía de viga de un viejo galpón. Toda esta nueva situación espacial de transparencias y permeabilidades produce el alivio de un lugar agobiado, el que ahora se libera y entrelaza también con el exterior, ofreciendo bancas para que los asistentes se puedan sentar y reunir en el jardín bajo la sombra de los árboles.
Fotografía: Leo Basoalto.
La manera de vincular los elementos, proviene de la observación de las construcciones locales, las que manifiestan lógicas de uniones simples y directas sobre una heterogeneidad de materiales.
Fotografía: Leo Basoalto.
Fotografía: Leo Basoalto.
Fotografía: Leo Basoalto.
Escuela de Arquitectura de la Universidad de Talca
Talca, noviembre de 2022.
Texto elaborado por Glenn Deulofeu y Víctor Letelier.
Citas bibliográficas
1. Román, J. “Sobre la escuela”, en Talca cuestión de educación. México, 2013.
2. Bengoa, J. “Valle central de Chile: imaginarios, interpretaciones, ensoñaciones”, en A
Contracorriente. Ostfildern, 2016.
3. Adrià, M. “Habitar el territorio”, en Talca cuestión de educación. México, 2013.
Nota
*Malla de sombra de rafia de polietileno
**Losa nervada.
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Publicado: Nov 28, 2022